lunes, 28 de junio de 2010

EL SIMBOLISMO DEL PETROLEO

Hace unos años había leído este artículo de la revista SYMBOLOS.
Hoy, viendo la catástrofe que se desarrolla en el Golfo de Méjico, y que amenaza no solo a Estados Unidos si no a todo el Atlántico, cuando esta imparable (de momento) marea negra sea llevada por la corriente del Golfo hacia el norte, me acordé de el.
Lo publico porque tengo el sentimiento de que en el se esconden algunas verdades, y algunos presagios. Y porque quizás no alcanzamos a ver todavía con claridad lo que este desastre significa. Al menos es lo que me digo a mi mismo.

EL SIMBOLISMO DEL PETROLEO




Es muy significativo que la principal fuente de energía de que se alimenta la sociedad moderna sea una substancia subterránea, producto de la descomposición orgánica de residuos vegetales y animales: el petróleo, aceite de piedra, la antigua aqua infernalis medieval.
Y decimos significativo porque, en otro orden de cosas, en el orden de las ideas y los valores, ocurre un fenómeno parecido. Lo que se ha venido en llamar la evolución del pensamiento, o el progreso científico, no es tal en el fondo, sino la vulgarización de una serie de objetivos y tendencias que en las antiguas sociedades estaban escrupulosamente delimitadas, cuando no completamente erradicadas. Por ejemplo: son proverbiales los conocimientos matemáticos, astronómicos y geométricos del mundo musulmán y la importancia de su cultura, nodriza en este campo de la occidental. Sin embargo, el desarrollo tecnológico de todas sus posibilidades y aplicaciones prácticas es algo que nunca ha pasado del orden teórico, por consciente prescripción de las leyes y doctrinas islámicas. Asimismo, la manipulación de los materiales del mundo subterráneo, como la fundición de metales, siempre han sido objeto de un especial y consagrado tratamiento, solo ejercido además por las castas sacerdotales (ver los antiguos Kuretes, los Kabires y Dáctilos). Se sabe que el primer hierro que se utilizó no era de mina, sino meteórico, caído del cielo, y que mucho más tarde se optó por extraerlo de la tierra.
En efecto al mundo subterráneo le es inherente un sentido tenebroso que se manifiesta también en la cualidad de sus materiales. El simple hecho de encontrarse por debajo nuestro, diametralmente opuesto al cielo y a su bóveda estrellada, lo define y ubica simbólicamente en el orden universal, dándole su valor propio, y el papel de su influencia en relación al ser humano y su mundo. Las entrañas telúricas encierran un potencial de energías de dicha índole, es decir subhumano e infrahumano, que el hombre arcaico mantenía a raya a través de la fuerza eficiente de los ritos y los símbolos. La armonía universal y su mantenimiento en el plano de lo humano-terrestre es parte de las funciones del hombre verdadero, del hombre tradicional. Algo que el hombre moderno parece haber desechado en su ciego afán consumista y depredador.
La propia utilización del petróleo y sus derivados no constituía en la antigüedad una dependencia vital, ni se realizaba un consumo exhaustivo de los mismos: más bien por el contrario encontraba su función en aplicaciones perfectamente tradicionales, normales, inocuas e incluso consagradas.
Gasolina, carburantes, productos sintéticos, medicinas, plásticos, etc., son oriundos del petróleo, formando parte esencial de nuestro entorno cotidiano y sus efectos polucionantes no dejan de igualarse a la propia cualidad de su naturaleza inferior y maligna.
Igualmente al designar con la expresión aqua infernalis al petróleo, los hombres de la Edad Media conocían muy bien las "influencias" nefastas que podrían desprenderse de su manipulación y uso desmesurado. Esta advertencia al parecer no la tuvieron en cuenta los que diseñaron el modelo de civilización que estamos padeciendo, civilización que como todos sabemos encuentra su principal sustento en el petróleo y sus múltiples derivados. Como ya se ha dicho, el lugar de donde éste se extrae, el mundo subterráneo, lo convierte, efectivamente, en sinónimo de infernal, de tenebroso, de oscuro, en definitiva de todo aquéllo que es capaz de provocar unos efectos verdaderamente destructivos y caóticos ¿Acaso no estamos viviendo junto con toda la naturaleza en su conjunto esos efectos? Los "símbolos" del petróleo no expresan evidentemente nada que se refiera a un orden superior, sino netamente inferior, es decir infernal (inferior = infer-nus). Es, pues, un simbolismo claramente "invertido". Veamos un ejemplo. ¿Por qué se denomina "oro negro" al petróleo? Una primera lectura nos dice que ese apelativo le viene dado por un valor económico (el petro-dólar) que lo hace semejante al valor del oro. Pero el oro es un metal que en todas las culturas tradicionales ha sido asociado al sol, el que a su vez ha sido considerado como el símbolo por excelencia del Dios creador (p. ej. el Apolo griego), donador de la vida y del orden universal. Sin embargo cualquier deidad celeste y luminosa también tiene una contrapartida infernal y oscura, es decir su reflejo invertido, su sombra. En el caso de la deidad que el sol simboliza, ese aspecto sombrío recibe en la tradición judeo-cristiana el nombre de Samael o Satán, el Adversario. Esta entidad es, creemos nosotros, la que simboliza precisamente el «oro negro» del petróleo, de lo que se deduce que éste podría ser considerado como un "vehículo" que sirviera de «soporte» para la manifestación de dicha entidad, para llevar a cabo una labor disolvente y disgregadora, la que por cierto cumple una función específica dentro del final del ciclo que estamos viviendo.
Recordemos que el petróleo es un líquido viscoso, un óleo que como tal es a la vez ígneo, y por tanto almacén de luz y vida. Y ello no podría ser de otro modo, puesto que toda energía, aun la más telúrica y subterránea, tiene en última instancia su origen en el Sol, es decir: en la Luz y en el Espíritu.
Este aceite también tuvo antiguamente un carácter tabuado precisamente por su carácter inferior y limitado al reino mineral. Ahora bien, esta misma naturaleza de "agua infernal" es la que ha permitido canalizar su energía o potencia hacia el mundo artificial e inhumano de los motores y las máquinas, pues él es el alimento que les da la vida y las anima. De este modo –y violado el entredicho que pesaba sobre este pestilente y venenoso líquido, destructor de vida en los reinos naturales superiores (vegetal y animal)– el hombre ha llegado a crear un sofisticado mundo mecánico, pseudo-animado y pseudo-vivo, ha creado una poderosa ilusión de movimiento y velocidad en el plano físico que no deja de ser, por inferior, la más evanescente y peligrosa como claramente hoy podemos verificar, por el agotamiento de sus reservas que ya vislumbramos, y las crisis económico-políticas fatales, a que su misma escasez está dando lugar.
Asimismo ha de destacarse junto con su densidad, productos de la degradación material de elementos muertos o desechos, su asimilación a la simbólica del color negro y su dualidad, o sea su relación con el origen nocturno y acuoso de la medianoche y la inmanifestación y el retorno a ese estado mediante un proceso de combustión, o derretimiento de estructuras, que bien podría ejemplificarse con el ocaso y fin de una civilización. En ese sentido también debe señalarse la antigüedad de este material que lo vincula con los orígenes y su eclosión como factor imprescindible de la existencia actual hace apenas unas décadas lo que debe equipararse con el principio y término de un ciclo, en el que el simboliza una energía de tipo fatal, una entidad destructiva impuesta al hombre por el hombre mismo, invocada como una falsa deidad llamada progreso, reflejo de la ignorancia la alienación, la dependencia y la impotencia de la humanidad contemporánea que no ha podido crear ninguna alternativa de cambio a la servidumbre que aún le profesa. P. A.

El presente artículo, redactado por colaboradores de SYMBOLOS, fue publicado en la revista barcelonesa Hora Zutz, Nº 1, segunda época, 1991.

http://symbolos.com/petroleo.htm

domingo, 13 de junio de 2010

LOS GRANDES ENIGMAS DEL CIELO Y DE LA TIERRA


Hoy publico un nuevo extracto de este libro.
Sus autores son Alejandro Vignati y Andreas Faber Kaiser.
El ejemplar que poseo lo compré en un puesto de libros usados en alguna plaza de Buenos Aires.
Fue publicado por editorial A.T.E. de Barcelona, y la edición es de 1973.
El capitulo que transcribo a continuación es el numero cuatro.
En este artículo, que fue el primero que publiqué en el Blog, podrán encontrar la reseña biográfica de los autores:
http://signosenelcielo.blogspot.com/2008/11/medusas-del-espacio.html

LO INSOLITO QUE BAJA DEL CIELO

El cielo parece vacío. Pero no nos engañemos. Desde que existen registros se han documentado miles de hechos inexplicables: lluvias rojas o azules, masas gelatinosas, peces congelados, sangre clara, bloques de hielo, sustancias con hedor animal…eso y mucho mas se precipita desde lo alto. ¿Cuál es el enigma? ¿De donde provienen?
Por ejemplo, ¿Qué pasó aquella noche del 7 de febrero de 1855 en la comarca inglesa de Devonshire? Algo extraño, misterioso, caminó más de 160 kilómetros sobre la nieve. ¿Qué ser dejó impresa una extraña marca en forma de U?
Todo eso existió y alguien se encargó de relatar lo ocurrido.
Si. Las huellas del diablo aparecieron al amanecer.

ALGO CAMINÓ SOBRE LA NIEVE

Sucedió durante la noche del 7 de febrero de 1855, en la comarca inglesa de los alrededores de Devonshire. Allí estuvo un extraño visitante. Alguien o algo que tuvo que ver con los insólitos animales descubiertos cien años más tarde en las playas de Canvey Island, estuvo de visita en ese lugar. Pero veamos qué sucedió ese día que los habitantes de la región no pudieron nunca olvidar.
La historia fue escrita con pequeñas huellas impresas sobre la blanda sabana de nieve que cubrió la campiña la noche del 7 de febrero, alrededor de las once de la noche. En algún momento, entre el fin de la nevada y el alba del día siguiente, Devonshire había hospedado a un visitante misterioso, algo que había corrido o saltado sobre setos y campos, sobre muros y techos, dejando una línea continua de miles de huellas que marcaron su paso.
¿Quién era ese ser que podía trepar tan ágilmente sobre las paredes y los tejados mientras dormían los habitantes?
¿De donde vino y hacia donde fue?
Su procedencia permanece en el misterio, pero el rumbo hacia donde fue quedo inscrito en la nieve: desde Topsham y Bicton al norte, hasta Dawles y Totnes al sur.
O sea una distancia de más de cien millas.
El primero en descubrir los rastros parece haber sido un panadero de Topsham. Encontró las extrañas huellas que llegaban hasta la puerta del pequeño comercio.
Pocos pasos antes de la puerta, el rastro giraba repentinamente, hacia la derecha, dirigiéndose hacia una pared de ladrillos, de cinco pies de altura. El panadero, intrigado, pudo observar que las mismas huellas continuaban sobre la blanda superficie de la nieve que cubría la parte superior de la pared.
Lo singular del descubrimiento no alarmó al panadero, pero si a los demás miembros de esa comunidad.
Hacia el atardecer, toda la región estaba en armas, porque eran muchos los vecinos que atribuían esas huellas al mismo diablo. Pequeñas huellas, como de pezuña, distantes unas de otras exactamente ocho pulgadas, desde Exmouth a través de los campos helados y tejados, hasta la bahía próxima a Powederham Castle, para reaparecer al otro lado de la bahía y continuar hasta Totnes, varias millas al sur.
¿Qué explicación podía darse a esas huellas sobre la nieve?
En primer término tenemos que revisar qué hay que explicar: una línea clara y excepcionalmente definida, de marcas espaciadas, halladas en las techumbres de las casas, muros y jardines cerrados, a los dos lados de un estuario de tres kilómetros de ancho y en lugares distantes 30 kilómetros entre si, y los cuales, calculando su recorrido total, alcanzaban unos 160 kilómetros.
Toda suerte de animales fueron invocados como autores de las marcas diabólicas: cisnes, grullas, avutardas, nutrias, ratas, liebres y tejones. No es necesario insistir que ninguna de tales criaturas aportó solución plausible.
Los pájaros no dejan marcas de cascos, ni huellas que remueven la nieve tan claramente como “impresas por un hierro al rojo”. Si se escogía un mamífero como autor de las huellas, ¿Cómo explicar estas a través de los techos de las casas y en el remate de los altos muros, todas en una sola línea y exactamente espaciadas?
Hay un simple argumento contra todas las explicaciones de que las huellas fueron dejadas por animales comunes o por aves. Las marcas dejadas por animales comunes o por aves. Las marcas dejadas por estos especimenes, eran perfectamente conocidas de los habitantes de Devan, y si aquéllas hubiesen sido en algo parecidas a las de esos animales, nadie habría dudado ni un instante sobre su procedencia.
El London Times y otros diarios dedicaron buena parte de sus columnas a informar acerca del raro suceso de la huella de Devonshire. ¿Los “monstruos” extraídos de las costas de Canvey Island, en 1953 y 1954, podrían ofrecer una clave? ¿Es posible que esos “monstruos” tuvieran relación con el misterio de las huellas de Devonshire de cien años antes Veamos que ocurrió.

LO GROTESCO EN LA ARENA

Frank Edwards, investigador americano hasta cierto punto discípulo del increíbles Charles Fort (de quien hablaremos mas adelante), relacionó el asunto de las “huellas del diablo” con la aparición, en la década del 50, de seres grotescos en la región de Canvey Island.
De acuerdo con Edwads, los sucesos pueden establecerse, cronológicamente, de la siguiente manera:
Los vecinos de Canvey Island nunca habían visto nada semejante.
Sacaron al “animal” de las aguas poco profundas de la playa, lo cubrieron de algas y corrieron en busca de las autoridades.
Las autoridades, a su vez, también solicitaron ayuda, y el gobierno británico encomendó el asunto a dos zoólogos competentes. Estos observaron detenidamente al “animal”, lo fotografiaron y terminaron declarando que no se parecía a nada que hubiesen visto antes.
Tenia la apariencia de un animal marino, pero también extremidades superiores e inferiores, dispuestas de tal manera que, si quería, podía caminar.
En posición vertical alcanzaba unos dos pies de alto.
Su piel era gruesa y rojiza, la cabeza pulposa y los ojos saltones.
Los investigadores tomaron medidas, fotografiaron y se fueron. Dieron el asunto por terminado. Se fueron sin decir nada.
Si esos señores creían-afirma Edwards- que con tan simple procedimiento podían dar por definitivamente terminado el enigma de Cavey Island, no contaban con los hechos. Porque el caso no terminó allí…
El 11 de agosto de 1954, el reverendo Joseph Oversa caminaba por la playa de Canvey Island, a un par de millas del lugar donde había aparecido el extraño animal, cuando el también descubrió un grotesco esqueleto que flotaba en una charca dejada por la alta marea. El buen hombre lo observó un instante e hizo llamar a la policía por un muchacho de su parroquia. Los gendarmes sacaron el esqueleto del agua y volvieron a llamar a los expertos.
Ya dijimos que el anterior animal media unos dos pies (dos pies y medio según algunas versiones). Este otro alcanzaba unos cuatro pies, pesaba unas veinticinco libras y se hallaba en buenas condiciones para ser examinado.
El informe que los perplejos científicos elevaron al gobierno británico establecía que el animal tenia dos grandes ojos, orificios nasales y una enorme boca con dientes fuertes y afilados.
También poseía branquias, pero en lugar de estar recubiertas por escamas, lo estaban por una piel rosada que, según dijeron los investigadores, era tan dura como la piel de un cerdo.
Quizás lo más curioso de todo era que este animal, lo mismo que el de la vez anterior, tenia dos piernas cortas con pies perfectos, terminados en cinco pequeños dedos dispuestos en forma de U, y un arco cóncavo.
Se ignora si la ciencia fue capaz de identificar alguna vez estos monstruos, porque el informe presentado nunca se conoció.
¿Es posible que estos animales, llegados de alguna parte, tuvieran relación con las huellas del diablo? O, más bien, ¿complican aun más el misterio? ¿En que archivo yacerá olvidado el dossier de este enigma sin explicación?

martes, 8 de junio de 2010

EL MONSTRUO DE ISABELA DE SAGUA

Interesante relato de un suceso en la Provincia de Las Villas, Cuba, en 1984. El autor firma con las iniciales PST.

A pesar de estar acostumbrado a todas las sorpresas y caprichos de la naturaleza, sobre todo en lo que se ha dado a llamar criptozoología" (en relación con la "rare faune"), me he quedado desconcertado en mi caso más reciente por algo que aún no puedo explicar.

Quizás en tiempos posteriores a esta publicación alguien me lo explique pero no por el momento, pues ni los más osados lobos de mar me han dado una explicación a este fenómeno.

Recientemente (1984) se presentó en mi casa un individuo con una “moto sidecar” para recogerme porque le habían dicho en la Isabela que quizás yo podría identificar algo que allí había aparecido y que ningún pescador había visto nunca. Con urgencia recogí todas mis claves taxonómicas relacionadas con especies marinas y partimos con velocidad por toda la carretera. Por el camino interrogué al amigo que conducía la moto con el objetivo de ir aproximando un orden o familia a la especie que identificaría pero el amigo solo me decía que “se parecía a una babosa gigante mezclada con manta o raya”. Con estos datos solo se me ocurría la creación de un nuevo orden y pensé que quizás la descripción no era la adecuada, pero al llegar al sitio me convencí que sus detalles habían sido exactos y que hasta ahí llegaba mi zoología.

Una enorme muchedumbre se concentraba en la calle para pasar a ver la criatura que había aparecido esa la mañana junto a la costa de Isabela de Sagua, esta era su noticia del día y gran parte del pueblo allí se conglomeraba, excelente pretexto para esquivar la monotonía de sus actividades diarias.
Avanzando en medio del tumulto nos aproximamos a una mesa sobre la cual había una batea o platón metálico con agua de mar y una “cosa que allí flotaba”. No podía creer lo que estaba viendo !aquello no se me parecía a nada!, y los pescadores triunfales miraban a mi cara desconcertada; ¡si ellos que eran lobos de mar no lo habían identificado, cómo yo lo iba a hacer!. Una extraña criatura carnosa con perfecta simetría escapaba a toda lógica. Meneé la cabeza de forma negativa y les dije: -“esto no existe”; a lo que todo el mundo rió. Mi asombro era tal que no me daba cuenta que mi boca estaba abierta mientras trataba de ubicar en mi mente una posible sistemática para aquel “bicho”, como todos le llamaban.

Se trataba de una forma central alargada en forma de gusano o molusco pero con dos “aletas” que le daban una impresión de raya; sobre su cuerpo ( y entre las dos “aletas”) una bolsa gelatinosa, y sobre su cabeza dos “orejitas”; más atrás en su “cuello” dos apéndices filamentosos de unos 6 milímetros.



Les informé a las autoridades presentes que mi conclusión era la siguiente: “Esto no es una especie conocida, al menos no existe ninguna clave de animales marinos que la identifique; pero además quizás se trate de alguna deformación fetal o malformación de otra especie adulta. Tengo que llevármela y les mandaré los resultados cuando la estudiemos con más detalles. Para mi suerte todos accedieron entregarme el ejemplar y en estos momentos que escribo lo tengo en un pomo con formol ante mis ojos sobre mi escritorio.

Al regresar a casa estuve toda la tarde midiendo y detallando al monstruo de Isabela y me llevé otra gran sorpresa: no existe ninguna ranura u orificio corporal en todo su cuerpo, es decir no presenta boca, ojos, oídos, orificios nasales, genitales, ni ano. Lo que pudiera parecer “orejas” son dos simples apéndices planos sin función aparente y su región frontal no muestra vestigios o relieves de algún órgano o sentido atrofiado. Su color general es carmelitoso, y al tacto su conformación es suave gelatinosa como la de un molusco. He podido comprobar por extracciones con jeringuilla que la bolsa de su lomo contiene una especie de tinta azul muy oscura, pero he decidido no hacer ninguna incisión hasta poderlo examinar con especialistas presentes.

El estudio ha concluido; por el momento guardaré el pomo que contiene al “Monstruo de Isabela” en un rincón de mi casa para desempolvarlo cuando la ocasión lo amerite, pues, otras aventuras nos reclaman…
PST (1984)

El artículo fue extraído de:

http://isabeladesagua.blogspot.com/2008/10/el-monstruo-de-isabela-de-sagua.html

Información sobre Isabela de Sagua, Provincia de Las Villas, Cuba.

http://isabeladesagua.tripod.com/

http://www.guije.com/pueblo/avillas/index.htm