Una vez, hace de esto un cierto tiempo, quizás fuera en el año 2007, en la provincia de Entre Ríos, y mas precisamente en la ciudad de Victoria, alguien me contó una historia fuera de lo común.
Una tarde, mientras pescaban en el río, desde la zona donde se encuentra el camping, la dueña de este y algunos empleados, ya no recuerdo si dos o tres personas mas aparte de ella, vieron salir de las aguas a un ser extraño.
Venía caminando tranquilamente sobre el lecho del río, y así fue asomando su figura sobre el borde del agua.
Quienes vieron el espectáculo se escondieron para seguir observando, dado que no solamente llamaba la atención la forma poco habitual con la que este personaje se movía en el agua, pues no nadaba o flotaba de alguna manera. Simplemente caminaba por el lecho del río.
Lo que produjo un horror bastante notable en los observadores fue ciertamente el aspecto de la criatura.
Era, según cuentan que contaron, una especie de persona, es decir, alguien con dos brazos, dos piernas, un tronco y la cabeza coronando al conjunto. Y un andar humano, sobre sus dos piernas.
Solo que su aspecto era algo repulsivo, su piel verdosa y como con escamas o placas, sus manos como palmas, su cara como la de una especie de lagarto de rasgos humanoides.
Lo que no era muy claro, al menos a mi no me quedó claro, fue si el ser en cuestión llevaba algún tipo de ropaje o no. En realidad ni se me ocurrió preguntar por este detalle, tan impresionado me tenia el relato.
No se por que, pero lo imagino sin ningún tipo de vestimenta cubriéndolo, será porque todavía mis prejuicios atávicos me niegan por momentos la posibilidad de imaginar a aquel ser como algo diferente de un animal. Claro que aquí también corresponde que me interrogue sobre el hecho de que estoy dispuesto a pensar en este ser como un animal, por lo tanto desnudo, como si un humano no pudiese presentarse de esa manera en publico, sobre todo si está ocupado en esos momentos en dar un paseo pedestre por el fondo de un río.
Así es que, de acuerdo al relato que me hacían aquella tarde ya lejana, este ser terminó de salir del agua, y sin darse cuenta de que era observado, o quizás, tiendo a pensar, sin prestar la mas mínima atención a los observadores humanos presumiblemente escondidos detrás de algunos árboles, simplemente se sentó a mirar el río.
Así estuvo unos momentos hasta que decidió volver por donde había llegado, hundiéndose en las aguas caminando calmamente.
El relato termina con una decisión fulminante de la buena mujer dueña del camping. Vendió todo y se fue de Victoria.
Según me dijeron, actualmente tiene una ferretería en Paraná.
Debo decir que en esta historia hay dos vertientes posibles. Una es la que acabo de relatar.
Otra es la que ubica como testigo involuntaria del fenómeno una señora de la región de Victoria, dueña de una estancia en las cercanías, que no vendió su propiedad y que sigue viviendo en la zona.
Por ultimo, y como podrán fácilmente imaginar, en mi relato hay una serie de impresiciones, pero el núcleo es exactamente igual a la historia que escuché.
En realidad, poco me importa cual fuera el verdadero origen de esta.
La señora que huyó a Paraná, o la otra que retornó a su estancia.
Lo que queda es la historia en si.
Es este ser extraño y lleno de misterio, que traía a cuestas esa virtud sospechosa de despertar ancestrales miedos y antiquísimos resentimientos, el eje del tema.
En cuanto a el, no parecía, en ninguna de las dos vertientes del relato, ni maligno ni agresivo.
Simplemente su comportamiento fue de una absoluta y soberana indiferencia.
Halle
2 de octubre de 2009